Me
tomo dos blísters o me corto las venas? - Pensó
ella…
Y mientras decidía con desidia le rebotaban
de una sien a otra los dolores de su alma, de su oquedad.
Ya llena de todo, se encontró vacía.
Negaba por defecto toda oferta
aliviadora, abúlicamente concentrada en las caracoleantes distorsiones de su
entorno inmediato.
.
Con la compañía austera de un vaso con
agua empezó a gritar en silencio. Un grito sordo con cada sonido seco del
blíster. Una lágrima acre con cada trago.
.
Pero, en realidad, quería negociar.
Negociar la atención de los ausentes, de los confundidos. La misericordia de los
jueces, de los abusadores...
Los malentendidos y los golpes hicieron
lo suyo. Destrozaron su cordura hasta volverla frágil, esponjosa…
Varias sombras la acechaban, empujándole
los dedos. Y ya casi no escuchaba.
(Nunca
tan consciente del ser y su cuerpo que no respondía…
Nunca
tan despierta y tan ciega de lo que no se quiere ver…)
…
Dos colibríes la mantuvieron despierta.
La abrazaron. Le cantaron canciones de cuna. La llevaron al parlamento de los
locos, para que haga su descargo, como el decoro manda.
(Hay
cosas que la gente no quiere escuchar. Muchas, que ni siquiera imaginar.
Vergüenza
al efecto, mojigatez compulsiva, miedo a la desnudez, a la exposición cruda, al
defecto…)
…
Analógicamente medicada recuperó su
cuerpo y su cuerda floja.
Ahora avanza lento. Su sonrisa oculta un dejo
de hambre saciado a medias, una compulsión enmudecida. Un tener que ser.
Y yo recojo los reflejos de su alma
dulce, para entregárselos en su momento.
Le regalo mi incondicionalidad, para que
quede registrada en sus débiles átomos, como testigo de guerra.
Y seguimos rodando…
Cla9
22/08/10 (Para El Octavo Círculo)