martes, 17 de mayo de 2011

DE GALOPES Y SONRISAS




Venía al galope.
Al galope parejo y con una sonrisa en el centro.
El pie le pedía el acelere casi como un golpe a la tragedia.
No podía verse vencido. No quería más.
Raro fue aquel domingo. Todo se dio vuelta. Hasta su modo de ver.
Una vuelta corta pero certera, que sabía dónde iba.
De la clase de las que no se identifican, que aparecen así, arrogantes, sabiéndose dueñas.
Vueltas dueñas y señoras del mantel de la excursión.
Llenas de exasperantes y verborrágicos vacíos, ególatras hasta la médula.
Succionadoras de esófagos hasta vomitar la voluntad.
Era cuestión de liberarse o morir.
Y la muerte no quitaba nada del medio.
El taconeo justificaba la sangre en carrera por las venas latientes y crispadas.
Y los gritos se escuchaban desde el cigüeñal.
Gritos de victoria, de ira y de goce.
Gritos de desesperanza terminal.
El galope era largo. Un tranco que, ya sin medida y rodeado de niebla,
avanzaba a través del ruido como única opción.
Derribó paredes casi sin sentirlas. Liberó pájaros y temores estancos.
Dejó atrás su impotencia ante tanta traición.
Descubrió que manteniendo el ritmo no iba a ser abatido.
Ninguna entidad hambrienta lo iba a detener.
Ya no sería más blanco de enigmas mudos.
Ya no vería más llanto en la oscuridad.
La sonrisa se le abría como nubes veloces.
Y su pie asintió una vez más.

Pic0519003

Cla9
17.5.11
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lunes, 16 de mayo de 2011

DE MENTIRAS Y MANDATOS


ESPERA
La mentira.
La mentira era el detonador.
La mentira era el detonador por excelencia.
La mentira era el detonador por excelencia siempre y cuando la nube de sospechas se instalara en el centro de la escena.
(Ahí era cuando todo se volvía amorfo, inconsistente. Y la desconfianza echaba raíz.)

Ella nunca le exigió nada. Al menos abiertamente.
Él siempre reclamaba algo, aunque sea para incomodar.
La inseguridad permanente en ambos los impalaba con la anestesia de los encuentros cercanos.

Naturalmente, apenas se daban cuenta del sacudón inminente. Menos ella que él.
Él tenía otros planes, que ella desconocía.
Él tenía otros planes que ella desconocía y que para él eran mandatos.
Mandatos sin vuelta atrás, sin dibujos espontáneos.
(Sin esa espontaneidad de ella que tanto lo alertaba. Que le presagiaba cosas que nunca querría llegar a ver…)

Entonces la dejó.
La dejó sola, diciéndole que la amaba.
Que la amaba más que a nada en este mundo. Y que sabía que lo iba a dejar, tarde o temprano.
Temprano para ella, tarde para él.

Él avanzó rápidamente, con su plano bajo el brazo.
Ella estuvo años tratando de entender.
Él se fue de esta vida antes de todo presagio.
Ella sigue por acá.
(Se sospecha que entendió que hay cosas que no son para entender…)

Mentiras.
Mentiras como mandatos.
Mentiras como mandatos que se pagan con más que una vida.
Mentiras como mandatos que, de tan caras, resultan descaradas.
(Ahí es cuando siempre el amor se deshace entre las huellas…)

Cla9
9.5.11

MARMOTA
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jueves, 5 de mayo de 2011

RESCATE

“Todo lo ocurrido antes de ahora, antes de ahora, antes de ahora, es solo la historia que llevo a cuestas. Supongo que esto puede aplicarse a cualquier ser humano. Lo que necesito es una nueva historia sobre quien soy.”
Chuck Palahniuk
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La bala entró por el pómulo y salió por el cuello. Sin rozar siquiera el cerebro, me lo cambió por completo. En las visiones durante el coma, sobrevolaba esos interminables meses de locura y transgresión. Me había pasado de la raya. Cada minuto transitaba feroz por una autopista sin señales y sin escrúpulos. A mil. Y aunque de vez en cuando absorbía de reojo algún atardecer redondo, la sed se me imponía con su inseparable ceguera; ceguera que paradójicamente me afilaba con precisión la vista infrarroja. Y ya nada existía más que alimentarme. Era como ver con lentes bermejos. Entonces respiraba. Ese día el oído amaneció adormecido más de la cuenta. No escuché ni los ladridos, ni los pasos, ni las corridas. Ni siquiera los gritos ni el estampido posterior. Percibí el fogonazo del tiro como el flasheo que las ansias me provocaban en las tripas ante su inminente satisfacción. Acá, encerrado, afortunadamente no soy el mismo. Qué pasó no lo sé exactamente. Pero algo entró junto con el plomo. Algo absolutamente reparador. Disfruto esta quietud como un tesoro inmerecido. Sé que, después de ahora, la historia que arme será tan diferente como mi cara.
espejo1espejo1espejo1
Cla9
30.4.11

octavo circulo
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