lunes, 16 de mayo de 2011

DE MENTIRAS Y MANDATOS


ESPERA
La mentira.
La mentira era el detonador.
La mentira era el detonador por excelencia.
La mentira era el detonador por excelencia siempre y cuando la nube de sospechas se instalara en el centro de la escena.
(Ahí era cuando todo se volvía amorfo, inconsistente. Y la desconfianza echaba raíz.)

Ella nunca le exigió nada. Al menos abiertamente.
Él siempre reclamaba algo, aunque sea para incomodar.
La inseguridad permanente en ambos los impalaba con la anestesia de los encuentros cercanos.

Naturalmente, apenas se daban cuenta del sacudón inminente. Menos ella que él.
Él tenía otros planes, que ella desconocía.
Él tenía otros planes que ella desconocía y que para él eran mandatos.
Mandatos sin vuelta atrás, sin dibujos espontáneos.
(Sin esa espontaneidad de ella que tanto lo alertaba. Que le presagiaba cosas que nunca querría llegar a ver…)

Entonces la dejó.
La dejó sola, diciéndole que la amaba.
Que la amaba más que a nada en este mundo. Y que sabía que lo iba a dejar, tarde o temprano.
Temprano para ella, tarde para él.

Él avanzó rápidamente, con su plano bajo el brazo.
Ella estuvo años tratando de entender.
Él se fue de esta vida antes de todo presagio.
Ella sigue por acá.
(Se sospecha que entendió que hay cosas que no son para entender…)

Mentiras.
Mentiras como mandatos.
Mentiras como mandatos que se pagan con más que una vida.
Mentiras como mandatos que, de tan caras, resultan descaradas.
(Ahí es cuando siempre el amor se deshace entre las huellas…)

Cla9
9.5.11

MARMOTA

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