Él le hizo descolgar su sweater y
ponérselo. Le acomodó el pelo y la hizo salir. En el pasillo del PH la amenazó
con matarla si no le sonreía. Ella pensó en su hermanito, solo, a unas cuadras,
esperándola. Y sonrió sólo con la sonrisa, para apurar el paso.
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El tiempo es un chicle
de esos que nunca llegan a globos. Y esa manía de la camarita, registrándolo
todo, todo menos este temblor en mi ojo, claro… ¿cuándo va a terminarse? Miles
y miles de fotos, acumulándose quién sabe dónde y para qué… Y después viene el
“tramitecito”, como él le llama… Un dolor ardiente que nunca, nunca se va…
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¿Qué era una familia? Solo recuerdo la
molestia del amontonamiento y el malhumor de los otros. Solo recuerdo la
frase que mi madre siempre repetía antes de aquello: “Es costumbre de los
tontos olvidar las promesas en el momento preciso.”
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Quedáte tranquilo
pequeño hermano. Yo no soy tonta. Estoy. Estaré. Esperáme.
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Cla9
28.9.11
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