miércoles, 29 de agosto de 2012

JOSÉ LUIS Y YO





A José Luis le gustaba cocinar.
Los domingos volvía de sus clases de bridge y se ponía a organizar toda la semana culinaria.
Aquel día de compras resultó mejor de lo que esperaba. Hortalizas bravías y rojos oscuros saliéndose de sus vainas lo seducían desde las góndolas, estirando sus tentáculos para dejarse atrapar por él.
Recorriendo el mercado, en un éxtasis pulcro y secreto se emocionaba ante los bulbos incipientes y retozaba íntimamente con la variedad de setas, adivinando sus aromas.

Yo lo conocí en un taller literario del centro.
Era una tipo sencillo; no se hacía de arrogancias.
Cada semana se presentaba con algún bocado tentador de su autoría, recibiendo los suspiros de las hembras del grupo como apetecible devolución.
Las damas eran tres, y, como se esperaba de ellas, exponían sus deberes en forma casi terapéutica.
Nosotros, los varones, nos esforzábamos en ignorarlas, con total desconocimiento del resultado de tal actitud, intrínsecamente contradictoria.

En el taller, José Luis pelaba alubias con sus verbos, y yo las trozaba con metáforas inadecuadas que lograban colorear las seis mejillas. Juntos guisábamos un alimento esplendoroso para el espíritu de las letras que, pocos, o mejor dicho, pocas, lograban entender, pero lo disfrutaban con ojos y corazón amistosos.
Allí gozábamos íntimamente de nuestra yunta, aleatoria y espontánea como pocas.

Un día de julio, a la salida, me dijo de tomar un vino en el bar de la esquina. Y así fue como, naturalmente, empezó todo.
Una nube plácida de obviedad nos rodeó solo para sabernos equipo.
Y además del vino fue una grapa, y otra, y más. Y quedamos en acuerdo, recuerdo, nada cuerdos. Pero sí con voluntad. Su placidez culinaria encajó con mis motores tuertos. Y se armó la receta fatal.
Era solo cuestión de paciencia, algo que los dos teníamos de sobra. La vida nos había llevado hasta ese momento con todo lo necesario.

(Ay, Esther, Esther, siempre acotando. Acotando y coqueteando. Debilitándonos.)
.
“Querida Esther:
No necesitamos de tus alardeos, tu belleza es explícita. Somos solo un par de hombres tratando de entenderte, de contenerte. No queremos verte sufrir así. Vamos a terminar con tu ancestral agonía.
Firmado: Los Cocineros.”
.
Esta nota fue encontrada tarde, lejos, y no aclaró nada.
Nunca se supo que ese día, en la hora de las sombras, hubo equipo.
Yo con mi serena aunque inquietante sonrisa y José Luis con su pasión extrema logramos atraerla a nuestro aura. Filosas palabras le abrieron la piel. Manos hábiles le separaron los racimos de su ser enrojecidos de sangre. Disfrutando de gritos confundidos la cortamos en exquisitas rodajas, hasta acallarla.
En su pisito de Barrio Norte José Luis ya tenía todo listo para el ingrediente principal. Nada que agregar. Todo bien condimentado. Con sus tiempos, con su música de fondo. Con el rocío de alcohol justo y necesario para flambear lo apropiado.
Nada que decir.
Una delicia.

Luego de un par de semanas de duelo en el taller, volvimos a reunirnos todos. Las dos damas que quedaban casi no notaron la ausencia de Esther, seguramente por el desconocimiento propio de ciertos grupos formados para mantener algunas existencias en un anonimato prudencial.
Felices de volver al ruedo, lo hicimos con todo. Esta vez no escatimamos galanteos y dedicatorias en las idioteces que garabateábamos a diario para presentar el ansiado día de clase.
.
“Querida Irene:
Tu latente lesbianismo expuesto en tus horrendos escritos, conjuntamente con tu incipiente bigote nos ha puesto de la cabeza.
Creemos firmemente que mereces mucho más. Y decidimos que eso será en tu próxima existencia.
Firmado: Los Cocineros.”
.
Pisito, pimienta y sal. Esta vez, asada entera y viva. Era tan pequeña la pobre… le faltaban las alitas…

Para no levantar sospechas el siguiente día de taller nos encontró firmes tocando timbre.
-Es increíble… cómo puede ser posible… una terrible pérdida… ¿fue un accidente?
Y nos fuimos, cabizbajos, al bar a festejar.

Tres semanas más tarde llegó la llamada más esperada del mes. El taller reabría sus puertas, con gerenciamiento renovado (el pobre anterior no pudo con la culpa).
Lástima que los nuevos eran hombres, lo cual nos hizo perder cierto tiempo en nuestro quehacer, porque nos excitaban bastante.
Salíamos de ahí desesperados por tocarnos y pegarnos y atarnos, tal y como descubrimos que desde siempre nos gustaba.
.
“Dear Marge:
Dado que tu acento tristemente irlandés nos resulta repulsivo, hemos decidido darte una oportunidad para que aprendas bien nuestra lengua. Verás lo rica y dulce que es.
Firmado: Los Cocineros.”
.
Pisito, chocolate y canela. Margaritas y velones decorándolo todo. Y la lengua de Margui extendida y bañada en pasta de almendras. Fue de lo más divertido sentir el chocolate lubricándonos…
El resto de su cuerpo fue utilizado para lo que a ella tanto le gustaba (degenerada…).
La mañana siguiente y luego del riguroso tequila emprendimos la búsqueda frenética por internet de un nuevo taller literario. Engolosinados, apuntábamos a que sea por el barrio.

Esa misma tarde nos enteramos que la nota (la tercera) no fue encontrada ni tan lejos ni tan tarde. Y aclaró lo suficiente. Sucedió rato después que nos derribaran la puerta y nos llevaran, semidesnudos, a la taquería.

Lo que pasó, fue que el nuevo director del taller resultó ser un cana encubierto con alma de escribidor… o un escribidor encubierto con alma de cana. Ja. Ya no importa. Hicimos nuestros deberes con postre y todo.
Firmado: Los Cocineros.
.
..



CMC
12.8.12


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jueves, 16 de agosto de 2012

NOCHES DESVELADAS


noches desveladas

Noches desveladas,
veladas por el incierto acierto
de desear lo imprudente.
Creyendo con devoción
que la prudencia es sabia,
próspera y adecuada
para salvar amores,
para romper distancias.
.
Gotas evaporadas
de lágrimas confusas
que solo destiñen boletos de tren,
de viajes hacia la nada.
El terror se ciñe en ese ceño
del momento aquel que,
inadecuadamente,
crujen y duelen las entrañas.
.
Cla9
4/7/12
.

OCTAVO
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lunes, 6 de agosto de 2012

DE MARIPOSAS Y ARMANDAS

 

Sé que vamos y venimos
Aunque nos gusta alardear
de elegancia y arrogancia
Y, a veces, fragilidad.

Pero hay algo que nos llama
Como un dulce embriagador
Y es eso del alma humana
Con ganas de ser mejor.

Nuestro karma es ese peso.
Nos hace ir y venir.
Pero podemos con eso
Y con nuestro devenir…

MARIPOSA PPP

ARMANDAPP

cLa9
3/8/12

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