Venía al galope.
Al galope parejo y con una sonrisa en el
centro.
El pie le pedía el acelere casi como un
golpe a la tragedia.
No podía verse vencido. No quería más.
…
Raro fue aquel domingo. Todo se dio
vuelta. Hasta su modo de ver.
Una vuelta corta pero certera, que sabía
dónde iba.
De la clase de las que no se identifican,
que aparecen así, arrogantes, sabiéndose dueñas.
Vueltas dueñas y señoras del mantel de la
excursión.
Llenas de exasperantes y verborrágicos
vacíos, ególatras hasta la médula.
Succionadoras de esófagos hasta vomitar la
voluntad.
…
Era cuestión de liberarse o morir.
Y la muerte no quitaba nada del medio.
…
El taconeo justificaba la sangre en
carrera por las venas latientes y crispadas.
Y los gritos se escuchaban desde el
cigüeñal.
Gritos de victoria, de ira y de goce.
Gritos de desesperanza terminal.
…
El galope era largo. Un tranco que, ya sin
medida y rodeado de niebla,
avanzaba a través del ruido como única
opción.
Derribó paredes casi sin sentirlas.
Liberó pájaros y temores estancos.
Dejó atrás su impotencia ante tanta
traición.
…
Descubrió que manteniendo el ritmo no iba
a ser abatido.
Ninguna entidad hambrienta lo iba a detener.
Ya no sería más blanco de enigmas mudos.
Ya no vería más llanto en la oscuridad.
…
La sonrisa se le abría como nubes
veloces.
Y su pie asintió una vez más.
…
Cla9
17.5.11
.
.
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