martes, 13 de marzo de 2012

AGOSTO, mi gata.

 
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Me muevo y se ríe.
Le hablo y me habla.
Mi gata blanca es lo que se suele decir, angelical.
Ángel cuyas orejas rosadas y sordas son sus alas,
que se yerguen sobre sus ojos simples.
Simple uno celeste, simple otro ámbar.
Diosa de nariz rosada que juega con todo,
que sabe de todo.
Y es una sobreviviente más.
Este tiempo con ella es un regalo más de la vida.
Su ronroneo, música celestial.
Se revuelca y presume y agrada
en sus goces de gata de su mundo feliz.
Siempre despierta radiante y renovada.
Y nunca se degrada en modo vil.
Por eso nosotros gozamos de su aura
plagada de mil claridades.
Sin tiempos ni horas.
Sin apuros ni ansiedades.
Y sus jugueteos y sus atenciones
y hasta sus desmayos nos son distracciones
como el desfile de miles de estrellas en el firmamento.
Infinito y único es con ella cada momento.
Viendo silenciosos su grandiosa vida secreta,
mirando en silencio tornar sus orejas
gozamos de su cálida presencia especial.
Al Gran Tigre Celeste le une hermandad indudable.
Es nuestra existencia serena, agradable.
Y su eterna risa, serena y bestial.
Cla9
10/3/12

1 comentario:

  1. precioso gata, precioso texto... no puede existir mayor empatía entre dos almas que unas dulces pisadas de gato y sombras al atardecer en las paredes de nuestros corazones... (azucena de yngunza-facebook)

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