Después de haber perecido tantas veces bajo los efectos de emociones letales, presiento mi presencia.
Se anuncia como una sombra, como un grito desgarrador.
A veces, muy pocas, como una secuencia de movimientos oculares desenfocados, con los colores del caso.
Luego me toca el hombro izquierdo y me susurra cosas que no entiendo, que me erizan.
Pero las sé, las conozco. Son mi tela en blanco.
El pánico cunde por unos instantes mientras busco con las manos a mi familia: a mis gatos, a mi hombre, a mi teclado, a mi cigarro. Y el alivio llega en forma de respiración.
Cuánta felicidad hay escondida en una imagen, en un gesto…
Cuánta luz pareja, perfecta, en este nubarrón…
Y dejo las preguntas para más tarde, cuando ya no tenga tiempo.
Porque, por ahora, estoy disfrutando.
Cla9
12/12/09
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