(las fotos pertenecen a la muestra por el Bicentenario, MUJERES 1810-2010. Riobamba 985 - Está hasta el 25 de julio)
Te reconozco. Nada te alcanza. Recuerdo tu pupila de otras épocas, impregnada de sangre. Cualquier gesto, cualquier palabra, tu mente afilada los disfraza como quiere, según el caso. Pareciera que nada te detiene, que todo forma parte del trampolín del que estás dispuesto a saltar. Hambre. Tanto hambre padeciste que se te grabó en las células la marca de las ansias, como tatuajes definitivos. Hambre, tanto verborrágico deseo te cauterizó la aorta con brea. Un tremor anuncia tu presencia indiscutible, inenarrable. El paso del niño al monstruo resulta atemporal, como tu cielo. Hambre de todo y de nada, de carne y de vida, de ideas y de pánico. Es que nunca se llena ese espacio tan vacío de tu cuerpo, donde había un corazón gigante? Es que nunca se llena ese hueco de tu alma, donde había compasión? Agradezco a los dioses el poder reconocerte. Y así dejarme acorralar para que mi fuego se avive y arda como debe. Nada de este mundo lo logra totalmente. Nada como enfrentarte le da sentido a todo. Como en toda batalla corre sangre y se pierden cosas. Pero lo que queda lo vale. Es la gloria.
Cla918/03/10
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