Inquietud.
Se instala fácilmente con un gesto o una palabra. A veces una escena.
Resulta
ser algo breve, desdibujado, confuso, con cierta desprolijidad penetrante,
borrosa. Y hace metástasis inmediatamente en los estratos más profundos del
cuerpo.
Justo
cuando decido retirarme, aparece tu sonrisa a desnudar mi inquietud. La
acompaña esa mirada, que ve más allá de mis huesos.
Justo
cuando decido no esperarte más, veo tus manos allá abajo, deseosas de tocarme,
de manotearme un taco y arrastrarme hasta tu cuerpo.
Tratando
de no tambalear seguí como si nada, sintiéndome penetrada por cada poro.
Y
me sentí sola. Inmensa, en esa oscuridad siniestra, y espantosamente sola.
Con
ganas de que ese foco me absorba hasta tragarme completa. Y desaparecer.
Con
ganas de vestirme para siempre. De volverme sorda para esas músicas nocturnas.
Avergonzada y expuesta. Atrapada.
¿Cómo
mantener la decisión cuando la inquietud empieza a llamar al miedo para hacerle
compañía?
¿Cómo
deshacerme de esta sensación de oquedad en el alma?
Tengo
que retirarme. Retirarme de esperar. Retirarme de la angustia, del vacío, de la
opresión.
Retirarme
del ruido, de las expectativas. De la violencia que te permito a veces sólo por
amarte.
Esto de vivir es tan raro… Mágico y miserable a la vez.
Tanta cosa… tan poco…
Hay una mota brillante de polvo suspendida en el aire
oscuro del escenario. La veo y la abrazo con mis ojos, vibrando del placer de
saber que éste único momento es el último.
Nunca más.
Cla9
17/03/10
Haces bien...era hora que dejaras la noche neni...jeje
ResponderBorrarjaaa... totalmechi..!!!!
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