miércoles, 17 de marzo de 2010

RETIRO

 

Inquietud. Se instala fácilmente con un gesto o una palabra. A veces una escena.
Resulta ser algo breve, desdibujado, confuso, con cierta desprolijidad penetrante, borrosa. Y hace metástasis inmediatamente en los estratos más profundos del cuerpo.
Justo cuando decido retirarme, aparece tu sonrisa a desnudar mi inquietud. La acompaña esa mirada, que ve más allá de mis huesos.
Justo cuando decido no esperarte más, veo tus manos allá abajo, deseosas de tocarme, de manotearme un taco y arrastrarme hasta tu cuerpo.
Tratando de no tambalear seguí como si nada, sintiéndome penetrada por cada poro.
Y me sentí sola. Inmensa, en esa oscuridad siniestra, y espantosamente sola.
Con ganas de que ese foco me absorba hasta tragarme completa. Y desaparecer.
Con ganas de vestirme para siempre. De volverme sorda para esas músicas nocturnas. Avergonzada y expuesta. Atrapada.
¿Cómo mantener la decisión cuando la inquietud empieza a llamar al miedo para hacerle compañía?
¿Cómo deshacerme de esta sensación de oquedad en el alma?
Tengo que retirarme. Retirarme de esperar. Retirarme de la angustia, del vacío, de la opresión.
Retirarme del ruido, de las expectativas. De la violencia que te permito a veces sólo por amarte.
Esto de vivir es tan raro… Mágico y miserable a la vez. Tanta cosa… tan poco…
Hay una mota brillante de polvo suspendida en el aire oscuro del escenario. La veo y la abrazo con mis ojos, vibrando del placer de saber que éste único momento es el último.
Nunca más.

Cla9
17/03/10


(para la séptima convocatoria del Bicho de Letras)

  

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